Autora: Ana Muñoz
Cuando los niños se comportan de un modo inadecuado, los padres han de saber cómo responder. Los niños necesitan reglas y necesitan saber qué se espera de ellos para poder aprender a comportarse adecuadamente. Pero muchos padres se preguntan cómo deben enseñarles a sus hijos dichas reglas y qué deben hacer cuando los niños las quebrantan.
En primer lugar, los padres han de hablar entre ellos sobre las reglas que desean que cumplan sus hijos, de manera que tanto la madre como el padre les transmitan a sus hijos el mismo mensaje y esperen de ellos los mismos modos de comportamiento. Si cada uno les enseña normas diferentes, los niños estarán confusos respecto al modo más apropiado de comportarse y tendrán un comportamiento más inestable.
Es importante ver la disciplina como un modo de enseñar y no como un castigo. Las normas que se les enseñen los ayudarán a mantenerse seguros y a conocer la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal. Dichas normas han de ser consistentes y predecibles. El niño tiene que tener claro lo que va a pasar si no las cumple y esas consecuencias deben suceder siempre, de una manera consistente. Las reglas no deben variarse según el capricho o conveniencia de los padres.
Una vez que ambos padres han establecido las normas, han de explicar a sus hijos que romper dichas normas les traerá consecuencias. Por ejemplo, puedes decirles: "Estas son las normas. Si se rompe esta norma sucederá lo siguiente:..." Los padres y los hijos deberían decidir juntos cuáles serán las consecuencias y las recompensas. Cuando tu hijo siga las normas, dile que te sientes contento por ello, que se ha comportado muy bien. Es decir, recompensa su buen comportamiento con palabras amables que le demuestren que te has dado cuenta de que ha seguido las normas. Eso reforzará su comportamiento porque estará teniendo consecuencias positivas para él o ella. A los niños les gusta agradar a sus padres y que se sientan orgullosos de ellos.
Los niños aprenden de la experiencia. Si su mal comportamiento tiene consecuencias, aprenden que son responsables de sus acciones, que su conducta, ya sea mala o buena, trae consigo una serie de consecuencias y que ellos pueden modificar dichas consecuencias modificando su comportamiento. Esta es una lección muy importante que los niños deben aprender para llegar a comportarse correctamente. Si dos de tus hijos se pelean por ver un determinado programa de televisión, apaga la tele. Si un niño derrama su vaso de zumo en la mesa porque está jugando con sus juguetes en ella en vez de comer, haz que limpie lo que ha manchado. No hagas comentarios que puedan herir su autoestima, como "eres tonto" o "no haces nada bien". Esos comentarios son nocivos y además no son necesarios para enseñarles disciplina. Hacerle limpiar el zumo derramado será mucho más efectivo. La próxima vez sabrá que si lo vuelve a tirar tendrá que volver a limpiarlo, que lo que ha hecho es responsabilidad suya y que ha de reparar el daño causado.
Otra consecuencia que puede ser útil consiste en suspender o eliminar algún privilegio. Por ejemplo, si tu hijo va en bicicleta por un lugar por el que sabe que no debe ir, quítale la bicicleta durante unos pocos días. Si no hace sus tareas, no lo dejes hacer algo especial, como alquilar una película de vídeo.
Cuando los padres educan a sus hijos de una manera efectiva y adecuada, los niños son más equilibrados, están mejor ajustados y tienen un mayor autocontrol y una mayor confianza en sí mismos que los niños criados por padres demasiado autoritarios o demasiado permisivos.
Cómo son los padres eficaces
Los padres y madres eficaces saben que tanto los padres como los hijos tienen ciertos derechos y que las necesidades de ambos son importantes. Es decir, no se centran egoístamente en sus propias necesidades, pero tampoco se centran exclusivamente en las del niño dándoles todo lo que pidan.
Los padres y madres eficaces no necesitan recurrir al castigo físico, sino que establecen normas claras y sencillas que explican a los niños de antemano, les dicen por qué es importante cumplirlas y qué consecuencias habrá si no lo hacen.
Los padres y madres eficaces escuchan a sus hijos, razonan con ellos y tienen en cuenta sus puntos de vista, incluso aunque no estén de acuerdo con ellos.
Algunas estrategias para imponer una disciplina efectiva
Confía en que tu hijo hará lo correcto dentro de los límites marcados por su edad y nivel de desarrollo.
Asegúrate de que tus normas son razonables.
Habla a tu hijo tal y como te gustaría que te hablasen a ti si alguien te regañara o llamara la atención. No les insultes, grites o desprecies. Dile las cosas con respeto, tal y como desearías que te lo dijeran a ti.
Sé claro respecto a lo que quieres que haga tu hijo. Asegúrate de que te entiende.
Enséñales con tu propio comportamiento. Si esperas que crucen la calle por el semáforo, haz tú lo mismo.
Sé flexible y permite que se utilice la negociación. Esto enseñará a tu hijo habilidades sociales.
Deja que tu hijo experimente las consecuencias de su conducta. Si se pone a saltar sobre la cama recién hecha, haz que vuelva a hacerla, en vez de hacerla tú.
Siempre que sea posible, las consecuencias deben suceder inmediatamente después del mal comportamiento, deben estar relacionadas con la norma que ha roto y tener una duración lo bastante corta como para poder seguir adelante y hacer hincapié en los aspectos positivos de su conducta.
Las consecuencias deben ser justas y apropiadas a la situación y la edad de niño.