Autora: Ana Muñoz
Educar a niños sanos, felices y equilibrados puede ser un gran reto para los padres. Muchas personas se limitan a usar las mismas técnicas que sus padres usaron son ellos o bien se dejan llevar por sus sentimientos y su intuición, lo cual puede dar lugar a numerosos errores.
En su libro The ten Basic Principles of Goog Parenting, el psicólogo Laurence Steinberg proporciona ciertas directrices basadas en 75 años de investigación en este área.
Ser buenos padres ayuda a alimentar la empatía, honestidad, confianza en uno mismo, autocontrol, amabilidad, cooperación y felicidad, afirma Steinberg, profesor de psicología en la Temple University en Philadelphia. Además, promueve la curiosidad intelectual, la motivación, y el deseo de obtener logros. Ayuda a proteger a los niños de la ansiedad, la depresión, los trastornos de la alimentación, la conducta antisocial y el uso de alcohol y drogas.
Los diez principios básicos para ser buenos padres
1. Lo que tú haces importa
Tanto si se trata de tus propias conductas relacionadas con tu salud, o el modo en que tratas a los demás, tus hijos están aprendiendo de lo que haces. Este es uno de los principios más importantes, recalca Steinberg. "Lo que tú haces importa; no te limites a reaccionar en el calor del momento. Pregúntate: "¿qué quiero lograr? ¿es probable que lo logre de este modo?"
2. Nunca podrás querer demasiado a tus hijos
Simplemente no es posible malcriar a un niño con amor, explica Steinberg. Lo que a menudo consideramos el resultado de mimar demasiado a un niño no proviene de darle demasiado amor, sino que suele ser la consecuencia de darle a los niños cosas en lugar de amor; cosas como ser demasiado indulgentes, esperar muy poco de ellos, o darles objetos materiales.
3. Implícate en la vida de tus hijos
Implicarse lleva tiempo, es un trabajo duro, y a menudo supone reconsiderar y modificar tus prioridades. Con frecuencia significa sacrificar lo que deseas hacer por lo que tu hijo necesita hacer. Procura estar ahí, tanto mental como físicamente.
No obstante, implicarse no significa hacer las tareas escolares de tus hijos, o corregirlas. Las tareas para casa son una herramienta que los profesores utilizan para saber si los niños están aprendiendo o no. Si tú haces sus tareas, estás impidiendo que el profesor sepa lo que tu hijo ha aprendido.
4. Adapta tu conducta para que encaje con tus hijos
Procura estar al nivel del desarrollo de tu hijo/a. Recuerda que está creciendo. Ten en cuenta cómo su edad afecta a su comportamiento.
La misma necesidad de independencia que hace que tu hijo/a de tres años diga "no" todo el tiempo es la que le motiva para aprender a ir al baño a hacer sus necesidades solo. El mismo crecimiento intelectual que hace que tu hijo/a de 13 años sea curioso e inquisitivo en la escuela, está haciéndole discutidor en casa.
5. Establece reglas y mantenlas
Si no controlas el comportamiento de tu hijo cuando es pequeño, le costará bastante aprender cómo controlarse a sí mismo cuando sea mayor y tú no estés cerca. En cada momento del día o de la noche, debes ser capaz de responder a estas tres preguntas: ¿Dónde está mi hijo? ¿Con quién está? ¿Qué está haciendo? Las normas que los niños aprenden de ti, van a influir en las normas que luego aplicará a su propia conducta.
Pero, por supuesto, no debes controlar cada instante. Una vez que tus hijos estén en un grado de escolarización intermedio, deja que hagan sus tareas, que tomen decisiones por sí mismos y no intervengas en dichas decisiones.
6. Estimula la independencia de tus hijos
Establecer límites ayuda a los niños a desarrollar una sensación de control, mientras que estimular la independencia los ayuda a desarrollar una sensación de auto-dirección. Para tener éxito en la vida, tus hijos van a necesitar ambas cosas.
Es normal que los niños quieran ser autónomos. Muchos padres cometen el error de confundir el deseo de independencia de sus hijos con la rebeldía o la desobediencia. Los niños luchan por su independencia porque es parte de la naturaleza humana desear sentirse en control en vez de sentirse controlado por alguien.
7. Sé consistente
"Si tus normas varían de un día a otro de un modo impredecible o si sólo haces que se cumplan de manera intermitente, la mala conducta de tus hijos es culpa tuya, no de ellos. Tu herramienta disciplinaria más importante es la consistencia. Identifica aquellos aspectos que no son negociables. Cuanto más esté basada tu autoridad en la sabiduría y no en el poder, menos la retará tu hijo".
8. Evita una disciplina dura
Los padres nunca deberían pegar a sus hijos, bajo ninguna circunstancia.
Los niños que son azotados o abofeteados son más propensos a pelearse con otros niños y tienen más probabilidad de ser acosadores de otros niños y de usar la agresividad para resolver los problemas.
Hay muchas otras formas de disciplinar a un niño, incluyendo el tiempo fuera (hacer que se vaya a alguna habitación aburrida durante unos minutos) que funcionan mejor y no implican agresión.
9. Explica tus reglas y tus decisiones
Los buenos padres tienen expectativas y esperan que sus hijos se atengan a ellas. Por lo general, los padres explican en exceso a los niños y explican demasiado poco a los adolescentes. Lo que es obvio para ti, puede no serlo para un niño de 12 años. No tiene las prioridades, juicio o experiencias que tienes tú.
10. Trata a tus hijos con respeto
El mejor modo de conseguir que tus hijos te respeten consiste en tratarlos a ellos con respeto. Deberías dar a tus hijos el mismo trato de cortesía que darías a cualquier otra persona. Háblales con amabilidad, trátalos bien, trata de complacerlos cuando puedas. Tu relación con tus hijos va a constituir la base de su relación con otros.
Por ejemplo, si tu hijo o hija es quisquillosa con la comida no deberías darle mucha importancia, explica Steinberg. Los niños desarrollan preferencias alimenticias. A menudo van por fases. Seguramente no deseas que la hora de comer se convierta en algo desagradable. Simplemente no cometas el error de sustituir las comidas sanas por comida basura. Si no tienes este tipo de comida en la casa, tus hijos no la comerán.