Autora: Ana Muñoz
La disciplina es necesaria para enseñar a los niños a controlar su comportamiento y para que sepan qué es lo que se espera de ellos como miembros de la familia, estudiantes, compañeros de juegos, etc.
La meta principal de la disciplina es enseñar, no castigar. El castigo puede servir para detener un comportamiento en un momento dado, pero no enseña a los niños las maneras adecuadas de comportarse y no impide que se sigan comportando mal cuando la persona que puede castigarlos no está presente. Es decir, el castigo enseña a los niños a regular su conducta en base a criterios externos ("No hago esto porque me castigarían; por tanto, si sé que nadie me va a ver y no me van a castigar, puedo hacerlo"). En cambio, la disciplina adecuada tendrá como objetivo que los niños aprendan a regular su conducta en base a criterios internos y a un código ético. Una vez interiorizadas estas normas de comportamiento, los niños se regirán por ellas independientemente de que exista o no una autoridad que pueda castigarlos.
La enseñanza de disciplina ha de hacerse de un modo controlado (sin estallidos emocionales) y sin violencia, aunque de manera firme y consistente.
Tanto en casa como en la escuela, los adultos pueden observar el comportamiento de los niños y premiarles o elogiarles por su buen comportamiento, en vez de limitarse a castigar el mal comportamiento ignorando las conductas adecuadas, pues de este modo, los niños pueden aprender que sólo reciben atención de los demás cundo se portan mal, mientras que son ignorados si se portan bien.
Para los niños, sobre todo los más pequeños, la existencia de una disciplina es importante para su bienestar psicológico, pues aún no han aprendido a regular su conducta y necesitan una guía externa, alguien que dirija su comportamiento y su vida de un modo adecuado hasta que aprendan a hacerlo por sí mismos (que es uno de los principales objetivos). Por tanto, es importante que los padres establezcan una serie de reglas claras y bien definidas y que dichas reglas se mantengan y no se varíen de manera caprichosa o al azar, pues eso crea una gran incertidumbre en los niños.
Por tanto, el mejor modo para evitar conductas negativas consiste en apoyar y reforzar las conductas positivas. Utiliza cualquier oportunidad para hablar de las normas que han de cumplir. Una vez establecidas las reglas o normas, los padres pueden ayudar a sus hijos a cumplirlas del siguiente modo:
Cómo implantar la disciplina
1. Explica a tus hijos lo que esperas de ellos con frases simples: "Por favor, guarda tus juguetes en la caja ahora". Sobre todo los niños más pequeños necesitan que les digas no sólo lo que ha de hacer, sino cómo ha de hacerlo. Es decir, si le dices "Ve a pedirle agua al camarero", es posible que no sepa como se hace eso, de modo que has de especificar cómo: "Acércate al camarero y dile: ¿me da un vaso de agua, por favor?"
2. Haz advertencias sin amenazar. En vez de decir: "Si no ordenas tus juguetes, no saldrás a la calle a jugar", dile: "Cuando ordenes tus juguetes podrás salir a la calle a jugar". En el primer caso, el modo de plantearlo es una amenaza de castigo, mientras que en el segundo caso, se plantea en términos de recompensa por su buen comportamiento.
3. Dile lo que tiene que hacer en vez de decirle lo que no tiene que hacer. Dile: "Por favor, habla un poco más bajo", en vez de decirle: "¡Deja de gritar!
4. Lleva a cabo los elogios o recompensas por portarse bien y las consecuencias de desobedecer. Por ejemplo, al terminar de ordenar los juguetes deja que salga a jugar, tal y como has prometido. Si no los ordena y pretende salir a jugar dile: "Antes de poder ir a jugar tienes que ordenar los juguetes".
Qué hacer ante un mal comportamiento
Debe evitarse todo tipo de castigo físico, incluidos los azotes, pues aunque puedan resultar útiles a corto plazo, tendrán un efecto negativo a largo plazo, tal y como hemos comentado más arriba. Además, enseña a los niños a usar la violencia para resolver sus problemas en sus relaciones con otras personas, de modo que pueden llegar a recurrir a la agresión al relacionarse con otros niños o con sus hermanos.
Además, la violencia les enseña que aquellos a quienes quiere y que le quieren tienen derecho a dañarlos físicamente. Del mismo modo que los adultos consideraríamos inaceptable y humillante que alguien nos diera un bofetón, también ha de ser considerado inaceptable y humillante dar un bofetón o azote a un niño.
En lugar de la violencia, puedes usar las siguientes tácticas:
Tácticas para manejar el mal comportamiento
1. Extinción. Ignora los comportamientos que son molestos pero no peligrosos. Por ejemplo, quejarse, lloriquear, tener rabietas. Es preferible no prestarles atención en estos casos, pues de lo contrario, el mal comportamiento podría estar recibiendo más atención que el buen comportamiento y lo estaríamos reforzando.
Es decir, si llora o tiene una rabieta recibe más atención, por tanto la probabilidad de que lo siga haciendo aumenta. En cambio, si lo ignoras, aprenderá que ese comportamiento no sirve para nada y lo abandonará. Aquí hay que tener en cuenta que si tienes un hijo que se ha acostumbrado a llamar la atención mediante rabietas, por ejemplo, cuando dejes de prestarle atención, sus rabietas aumentarán al principio, pero si sigues ignorándolo aprenderá que no sirven de nada y ese comportamiento se extinguirá.
2. Quitar privilegios. Cuando se porte mal, explícale por qué lo que ha hecho está mal y luego quítale algún privilegio, una vez que sea lo bastante mayor como para entender las consecuencias de una acción (a partir de los 4 ó 5 años): "Romper los juguetes de los demás está mal, seguro que a ti no te gustaría que rompieran tus juguetes, ¿verdad? Como te has portado mal no podrás ver hoy los dibujos. Si mañana te portas bien, podrás verlos." Si a la hora de ver los dibujos protesta porque quiere verlos, recuérdale el motivo por el que no puede verlos: lo que ha hecho, que está mal y por qué está mal, pues puede haberlo olvidado. De este modo aprenderá que el responsable de no poder ver los dibujos no eres tú sino el niño mismo y sabrá que está en su mano poder ver los dibujos ("Si mañana te portas bien podrás verlos").
3. Si tus hijos se están peleando, detén la pelea y pide a cada uno que explique lo que ha pasado. Luego pídeles que piensen modos de resolver el problema. Puedes guiarles para ayudarlos a encontrar una solución justa y no violenta. Si funciona, elógialos por haberlo resuelto. Si no funciona, diles que piensen otro modo de solucionarlo o proponles tú otro modo si ellos no encuentran ninguno (echarlo a suertes, etc.). Si uno de los niños ha sido golpeado por el otro, deja que hable primero, permitiéndole que diga qué quiere y cómo se siente. Es importante que el agresor no reciba más atención que la víctima.
4. Tiempo fuera. Cuando un niño se porta mal, puedes recurrir a la técnica de tiempo fuera. Consiste en que el niño esté un corto periodo de tiempo (no más de 5 minutos) quieto en un lugar del que no puede moverse y donde no exista ningún estímulo o entretenimiento (por ejemplo, sentado en el pasillo) De nuevo, explícale por qué lo que ha hecho está mal, para que sepa el motivo del tiempo fuera y sepa que es una consecuencia de su comportamiento. Dile que mientras esté allí piense en lo que ha hecho y en por qué está mal y no debe volver a hacerlo. Cuando el tiempo fuera se ha acabo, habla con el niño del problema. Es una técnica que puede servir también para que se calme y poder luego hablar con más tranquilidad.