Autora: Ana Muñoz
Desde los primeros días de vida, los bebés comienzan a llorar cuando escuchan llorar a otro bebé.
Durante los tres primeros meses de vida, se interesan en otros bebés y les responden del mismo modo como responden a sus madres: con miradas, arrullos o sonrisas.
Desde los seis meses de edad hasta el año cada vez balbucean más con otro bebé y le sonríen y tocan más, sobre todo si no los distrae la presencia de juguetes o de adultos.
Hacia el año de edad están menos interesados en las personas, pues su objetivo principal es aprender a caminar y manipular objetos. No obstante, esta fase no suele durar mucho, pues muestran cada vez más interés en lo que hacen otros niños.
En varios experimentos realizados con niños entre 14 y 18 meses, los infantes observaron a otro niño jugar. Los investigadores querían comprobar si después imitaban lo que veían. Dos o más días después, los niños jugaron con el juguete en las formas en las que lo hizo el niño que observaron más que los niños a quienes se les dio el mismo juguete pero que no habían observado a ningún otro niño jugar con él.
Esta capacidad para imitar sugiere que incluso a esta temprana edad los niños pueden aprender uno de otro.
Durante el seguro año, los infantes comprenden mejor las relaciones. Un niño de esta edad sabe cómo responder a otro niño que le ofrece un juguete. A los dos años también saben ajustar su comportamiento a la edad de sus compañeros. Por ejemplo, cuando se forma un grupo de niños de 2 años y niños de 18 meses, los más mayores hacen más esfuerzos para vincular a los demás en el juego. Cuando están solos con niños de su misma edad no necesitan el mismo esfuerzo porque están más capacitados socialmente. Por tanto, esta mezcla de edades parece favorecer el desarrollo social de los niños de ambas edades.
No obstante, algunas personas son más sociables que otras. Esto parece ser en gran parte un rasgo heredado, pero también se ve influenciado por el ambiente. Por ejemplo, los niños sociables suelen tener madres sociables de las que pueden aprender a relacionarse con los demás. Los niños que pasan tiempo con otros niños desde su infancia son más sociables que quienes pasan todo el tiempo en casa.
Los conflictos entre niños tienen también una función de aprendizaje social. Los niños de dos años tienen más conflictos que los de un año, pero también los resuelven más. Por ejemplo, comparten los juguetes cuando no hay suficiente para todos. Los conflictos a estas edades tempranas pueden ser importantes para que los niños aprendan a negociar y a solucionar problemas.