Autora: Ana Muñoz
La ansiedad generalizada consiste en una preocupación y ansiedad excesiva e incontrolable acerca de numerosas circunstancias y actividades. Esta preocupación puede estar centrada en un cierto número de preocupaciones de la vida diaria, como el futuro, conductas pasadas, el nivel de competencia en diversas áreas como deportes, relaciones con los demás, rendimiento académico.
Las preocupaciones más frecuentes se relacionan con acontecimientos futuros, exámenes, desastres naturales, ser atacado físicamente, rendimiento escolar o ser acosado por los compañeros. No es raro que estos niños se preocupen también por temas adultos, como la situación económica de la familia.
En sus preocupaciones por su rendimiento en la escuela, deportes o relaciones con los demás, pueden llegar a ser excesivamente perfeccionistas. Como consecuencia de este perfeccionismo, se exigen un rendimiento muy elevado y se critican con dureza a sí mismos si no consiguen alcanzar estos elevados estándares. Las preocupaciones continúan aunque no exista motivo para ello. Por ejemplo, los niños que obtienen las notas más altas siguen preocupándose por su rendimiento a pesar de estar siendo brillantes.
Suelen ser niños tímidos, demasiado conscientes de sí mismos, que necesitan con frecuencia que lo conforten o tranquilicen, exageran la probabilidad de que sucedan acontecimientos negativos, piensan que las consecuencias negativas serán catastróficas y subestiman su capacidad para afrontar los problemas. Los niños con este trastorno se preocupan también en exceso por sucesos que tienen una baja probabilidad de ocurrir y no reconocen que es muy poco probable que algo así suceda.
Algunos de estos niños presentan otros trastornos o síntomas, como depresión u otros trastornos de ansiedad. Los niños más pequeños (5-11 años) pueden padecer también trastorno de ansiedad de separación y trastorno por déficit de atención. Los más mayores pueden presentar también depresión mayor y fobias simples.
Entre los síntomas físicos, los dolores de cabeza, tensión muscular, dolor de estómago, sudoración y palpitaciones, son los más frecuentes.
Cuando estas preocupaciones se relacionan con la posibilidad de sentirse avergonzado ante los demás, puede tratarse de una fobia social.
Bibliografía: Child Psychopathology. Eric J. Mash, Russell A. Barkley. The gilford Press.