Autora: Ana Muñoz
Los niños pueden ser víctimas de un suceso traumático que desencadene un trastorno de estrés postraumático, como accidentes automovilísticos, incendios, crímenes, desastres naturales, actos de terrorismo o maltrato y abuso, entre otros. La vida moderna parece estar aumentando la probabilidad de que los niños se vean expuestos a ese tipo de experiencias. La televisión y otros medios muestran imágenes de catástrofes o actos terroristas con una rapidez que es difícil de evitar, haciendo que los niños puedan verse afectados por catástrofes que han ocurrido a kilómetros de distancia.
La exposición a acontecimientos traumáticos durante la infancia puede tener consecuencias duraderas, no sólo para los niños sino para la sociedad en general, pues se asocia, en la edad adulta, al comportamiento criminal, el abuso de sustancias o la delincuencia juvenil. El trauma en la infancia está también relacionado con diversos trastornos de ansiedad en la edad adulta, trastorno límite de personalidad o trastorno de personalidad múltiple (trastorno de identidad disociativo). Además, los niños víctimas de abuso y maltrato tienen más probabilidades de convertirse en padres maltratadores.
Definición
Esta definición se utiliza tanto para niños como para adultos. Se produce un trastorno de estrés postraumático cuando:
1. La persona ha experimentado, presenciado o le han explicado uno (o más) acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás y ha respondido con un temor, una desesperanza o un horror intensos. En los niños estas respuestas pueden expresarse en comportamientos desestructurados o agitados.
2. El suceso se reexperimenta de manera persistente de uno o más de los siguientes modos:
- Recuerdos intrusivos y desagradables, en forma de imágenes, pensamientos o percepciones.
- Pesadillas o sueños angustiosos.
- Actuar o sentir como si se viviera de nuevo lo sucedido. Los niños pueden escenificar lo sucedido en sus juegos.
- Malestar psicológico intenso al recordar o ser expuesto a algo que recuerde lo sucedido.
- Activación fisiológica intensa al recordar o ser expuesto a algo que recuerde lo sucedido.
3. La persona evita cualquier cosa asociada con lo sucedido, y se produce un embotamiento afectivo, como:
- Evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el suceso traumático.
- Evitar actividades, lugares o personas que motivan recuerdos del trauma.
- Incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma.
- Reducción acusada del interés o la participación en actividades importantes.
- Sensación de desapego o enajenación frente a los demás.
- Restricción de la vida afectiva (por ejemplo, incapacidad para tener sentimientos de amor).
- Sensación de un futuro desolador (por ejemplo, no espera obtener un empleo, casarse, formar una familia o, en definitiva, llevar una vida normal).
4. Síntomas persistentes de aumento de la activación como:
- Dificultades para conciliar o mantener el sueño
- Irritabilidad o ataques de ira
- Dificultades para concentrarse
- Hipervigilancia
- Respuestas exageradas de sobresalto
Diferencias entre niños y adultos
Aunque la sintomatología es muy similar tanto en niños como en adultos, existen algunas diferencias. Los niños tienen más probabilidades que los adultos de desarrollar un TEPT tras la exposición a un suceso traumático, siendo el porcentaje de niños de un 36% y el de adultos de un 24 %.
Los síntomas más frecuentes en los niños son los siguientes:
Reexperimentación:
- Malestar emocional cuando algo les recuerda lo sucedido.
- Juego en el que de algún modo escenifican partes importantes de lo sucedido.
- Sentir como si lo vivieran de nuevo.
- Recuerdos intrusivos del suceso.
- Pesadillas.
- Miedos relacionados con el suceso.
- Hablar en exceso sobre lo sucedido.
Evitación/embotamiento:
- Embotamiento afectivo.
- Pérdida de interés en actividades importantes.
- Evitar cualquier cosa que les pueda recordar el suceso.
Activación excesiva:
- Falta de concentración
Curso del trastorno
En general, cuando se trata de un único suceso traumático, los síntomas suelen empezar a disminuir durante el primer año. No obstante, en algunos casos, los niños siguen presentando síntomas años después. No todos los niños desarrollan los síntomas justo después del acontecimiento traumático, sino que en algunos casos, puede aparecer el trastorno hasta 6 meses después o más. Por ejemplo, entre los 217 niños supervivientes del naufragio del barco Jupiter en aguas griegas, cuatro de ellos desarrollaron el trastorno a los 21, 39, 55 y 60 meses tras el desastre. En algunos de estos casos de aparición tardía, no parece existir un desencadenante, mientras que en otros puede aparecer en el aniversario del suceso o tras otro suceso estresante (muerte de un primo en uno de estos casos, un viaje a través de un túnel en otro caso). Sin embargo, todos ellos presentaban algún tipo de sintomatología relacionada con el trastorno de estrés postraumático, aunque si llegar al umbral en el que se puede establecer un diagnóstico, o bien tenían un trastorno de pánico.
¿Qué hace más probable desarrollar este trastorno?
Las probabilidades de desarrollar un TEPT dependen de diversas variables, como la naturaleza del suceso, la proximidad a él (por ejemplo, presentan más síntomas los niños que estaban en el patio del colegio donde sucedió un tiroteo que aquellos que estaban en clase), así como variables psicológicas o apoyo familiar y social que obtengan tras el suceso traumático.
Existen más probabilidades de que los niños desarrollen un TEPT cuando:
- Ven sangre durante el suceso.
- Están atrapados.
- Piensan que no podrán escapar.
- Sienten miedo y pánico.
- Tienen un nivel alto de ansiedad 5 meses después del suceso.
Sin embargo, cuando no se trata de un único suceso, sino de un maltrato o abuso crónico, la sintomatología tiende a perdurar a lo largo del tiempo en la mayoría de los casos. Cuando los niños son víctimas de abuso sexual, los síntomas pueden persistir en la edad adulta.
Las reacciones emocionales de los niños durante al acontecimiento también pueden dar una pista sobre la probabilidad de desarrollar TEPT. Por ejemplo, los niños que dijeron sentirse tristes, asustados, preocupados, solos o enfadados durante el huracán Hugo tenían más probabilidades de desarrollar sintomatología postraumática. Se ha visto que la cantidad de miedo sentida por niños entre 4 y 9 años está asociada con el nivel de sintomatología postraumática (Rossman, Bingham y Emde, 1997). Las reacciones emocionales de miedo, ira, vergüenza, culpa o embotamiento emocional tienen más probabilidades de ir asociadas a un TEPT cuanto más intensas sean.
La naturaleza del suceso traumático
Los sucesos que son vistos como incontrolables, tanto por los niños como por sus padres, tienden a conllevar reacciones de estrés más intensas. Así mismo, cuanto más personal sea el impacto del suceso, mayor el trauma que puede generar. Por ejemplo, los niños cuyas casas fueron dañadas durante un huracán tenían más probabilidades de desarrollar TEPT. La separación de su familia durante una crisis puede tener efectos devastadores en los niños, así como la muerte de un ser querido. Por último, el rechazo social de las víctimas puede agravar los síntomas.
Los sucesos traumáticos crónicos o que implican abuso suelen producir síntomas más severos. Estos niños suelen presentar también más síntomas de evitación y embotamiento afectivo, así como conductas regresivas. También sienten un mayor malestar emocional cuando algo les recuerda lo sucedido, tienen más probabilidades de estar continuamente en estado de alerta, mostrando un sobresalto exagerado ante estímulos que no sobresaltan a otros niños, son más frecuentes en ellos los sentimientos de culpa, la depresión y una actitud pesimista hacia el futuro. La conducta sexual inapropiada puede ser el síntoma más frecuente en los niños víctimas de abuso sexual. Dichas conductas podrían ser consideradas una forma de juego postraumático (es decir, una reexperimentación del suceso traumático).
El significado del suceso traumático
Para que un acontecimiento sea capaz de producir un TEPT debe ser evaluado por la persona que lo padece como amenazante. Por ejemplo, un niño pequeño puede no ser capaz de darse cuenta del peligro que un accidente nuclear puede suponer para él/ella o su familia, de modo que es posible que no le afecte. Para desarrollar un TEPT el niño debe haber experimentado un intenso sentimiento de miedo o pánico, y una sensación de que su vida o integridad física está amenazada (por ejemplo, pensar que puede morir o sufrir un gran daño).
Cuando una persona se ve expuesta a un acontecimiento de este tipo, sus asunciones básicas acerca del control que ejerce en su vida, la predictibilidad de los sucesos y su seguridad personal se vienen abajo; la autoestima y la sensación de que somos capaces de afrontar los retos de la vida se ve dañada al interpretar el suceso como algo que nos supera y que no podemos afrontar, ni controlar, ni hacer nada al respecto. La percepción de otras personas como dignas de confianza también puede hacerse añicos. Por este motivo, los niños víctimas de un suceso traumático pueden pensar que el mundo es un lugar peligroso, que los adultos no son dignos de confianza, que no tienen control sobre el mundo que les rodea y que no son buenas personas. También pueden desarrollar una visión pesimista de la vida, pensando que su vida puede acabar en cualquier momento y que por tanto no tiene sentido hacer planes para el futuro (esta creencia se da más en niños víctimas de abuso). La tendencia a culparse a sí mismos también está relacionada con una mayor sintomatología postraumática.
En las personas víctimas de un acontecimiento traumático, lo sucedido no parece encajar dentro de su sistema de creencias y, por tanto, no es capaz de integrarlo. Para superarlo tiene que ser capaz de reestructurar su visión del mundo y su sistema de creencias de un modo que le permita asimilar lo sucedido y seguir adelante.
La influencia del ambiente que rodea al niño
La reacción de un niño, sobre todo los más pequeños, ante un suceso traumático, está muy relacionada con las reacciones de sus padres, sobre todo la madre y de otros adultos importantes.
Los niños menos afectados son aquellos que tienen una buena relación con sus padres y que reciben más apoyo tanto dentro como fuera de la familia. Los niños víctimas de abuso sexual cuyas madres los apoyan lo superan mejor que aquello cuyas madres no los creen o muestran sentimientos negativos hacia ellos.
Los niños cuyos padres son cariñosos y atentos y ejercen una disciplina firme pero justa y democrática con ellos, tienen una mayor sensación de competencia y una autoestima más alta, que los ayuda a superar el estrés del trauma mejor que los niños con padres rígidos y punitivos.
El conflicto familiar (antes, durante o después del suceso) está también asociado con una mayor sintomatología en los niños.
Trastornos asociados
Muchos niños con trastorno de estrés postraumático presentan también otros trastornos asociados, siendo los más frecuentes:
- Respuestas disociativas
- Ansiedad generalizada o miedos
- Baja autoestima
- Presagios (pensar que ciertas cosas que suceden presagian que va a suceder algo malo)
- Depresión
- Ansiedad de separación
Bibliografía: Child Psychopathology. Eric J. Mash, Russell A. Barkley. The gilford Press.