Autora: Ana Muñoz
El trastorno obsesivo compulsivo consiste en obsesiones recurrentes e intrusivas y compulsiones (actos repetitivos) que consumen mucho tiempo (más de una hora al día) y causan malestar emocional y problemas para funcionar con normalidad. La edad de aparición típica de este trastorno es entre los 10 y los 12 años y medio de edad, aunque puede aparecer antes.
Los temas más frecuentes de las obsesiones de los niños suelen implicar miedos a contaminarse, temas religiosos, temas sexuales o imágenes agresivas o violentas. Algunos niños se quejan de que no son capaces de dejar de "escuchar" en su mente canciones o rimas repetitivas. También pueden tener miedo a contraer una enfermedad mortal, o una preocupación excesiva con la moralidad.
Las compulsiones son actos repetitivos como lavarse las manos, ordenar o hacer interminables comprobaciones, entre las más frecuentes, que suelen producir un alivio de la ansiedad provocada por el pensamiento obsesivo. Por ejemplo, el miedo a estar contaminado los lleva a lavarse las manos repetidas veces. Si no realizan un determinado acto compulsivo piensan que puede pasar algo terrible (obsesión), lo cual les crea una intensa ansiedad y se ven empujados a realizar el acto compulsivo.
Es frecuente que sientan la necesidad de lavarse y arreglarse cada día siguiendo un ritual exacto. Si dicho ritual se interrumpe, deben empezar de nuevo hasta hacerlo perfecto.
No es raro que los niños realicen rituales como una parte normal de su desarrollo. Por ejemplo, pueden colocar sus muñecos o juguetes en un orden específico o llevar a cabo rituales antes de acostarse que implican a sus padres o hermanos, etc. Lo que distingue estos rituales normales del TOC es que en este último caso, si el ritual no se realiza o se interrumpe, el niño siente una gran ansiedad. Además, los rituales normales no son excesivos, su contenido suele ser diferente al del TOC y uelen desaparecer hacia los 9 años. El TOC suele interferir con el funcionamiento familiar. Por ejemplo, el niño/a es demasiado lento para vestirse, ordenar sus cosas, ducharse, etc., o puede gastar demasiado tiempo haciendo comprobaciones (por ejemplo, comprobando que puertas y ventanas están cerradas).
Los padres pueden observar que su hijo/a realiza actos sin sentido, como dar golpecitos a la comida antes de comerla o entrar y salir de una habitación un número determinado de veces antes de entras o salir definitivamente.
En los niños es raro que se den las obsesiones puras, sin compulsiones. Aunque a la inversa, en los más pequeños (6 a 8 años) pueden darse compulsiones sin obsesiones. Estos niños dicen que sienten un impulso irresistible de realizar el ritual o acto compulsivo, sin poder explicar un pensamiento obsesivo que la desencadene.
Este trastorno suele interferir en la vida social, persona y académica de los niños. Cuando los rituales son muy elaborados puede ser difícil esconderlos de los compañeros, quienes pueden reaccionar con burlas. Las tareas escolares pueden convertirse para estos niños en un trabajo abrumador, debido a las interminables comprobaciones que necesitan hacer.
Y los rituales les pueden impedir implicarse en numerosas actividades típicas de su edad. La posibilidad de que otros descubran sus rituales les produce gran ansiedad y malestar. No es raro que presenten también una depresión o algún otro trastorno de ansiedad.
Bibliografía: Child Psychopathology. Eric J. Mash, Russell A. Barkley. The gilford Press.