Autora: Ana Muñoz

La autoobstaculización ocurre cuando una persona, insegura de su éxito, sabotea su propio rendimiento. La sociedad valora el logro, por lo que parece lógico que las personas busquen maximizar su potencial. Sin embargo, muchas veces hacen lo contrario.

Un estudio clásico sobre la autoobstaculización asignó a participantes una tarea, Para la mitad de los participantes la tarea fue difícil, pero solucionable y probablemente les hacía pensar que lo habían hecho bien. Para la otra mitad, muchas de las tareas no tenían solución. En ambos casos, el experimentador les decía a los participantes que lo habían hecho muy bien. Era casi seguro que el éxito se sentía como inmerecido, aunque fuese legitimo, para los individuos que respondieron al test compuesto de cuestiones sin solución. Luego, antes de repetir la tarea, se les ofreció elegir entre dos fármacos: uno que mejoraba el rendimiento y otro que lo perjudicaba. Aquellos cuyo éxito inicial parecía inmerecido eran más propensos a elegir el segundo, saboteando su desempeño. Este comportamiento protege la autoestima: si fracasan, pueden culpar al fármaco en lugar de su habilidad.

Las personas tímidas actúan de un modo precavido y cauto y no asumen los riesgos sociales que otros asumirían. La posibilidad de ser avergonzado o rechazado resulta excesiva para la persona tímida, de modo que la evitación del rechazo puede superar el deseo de aprobación y todo el disfrute que las nuevas relaciones pueden traer consigo.

En la ansiedad ante los exámenes, el componente principal es la preocupación por hacerlo mal y sufrir las consecuencias (por ejemplo, pobres resultados, vergüenza, impotencia). Paradójicamente, es la interferencia cognitiva resultante de la preocupación, la que interfiere con la ejecución, de manera que la ansiedad ante los exámenes es una de las reacciones más contraproducentes ante la presión de ejecución que se puede imaginar.

Disforia y depresión. En general, las personas suelen esforzarse en realizar tareas en las que se consideran hábiles y cuando tienen éxito como resultado de sus esfuerzos, suelen inferir que tienen la habilidad necesaria para seguir haciéndolo bien. En cambio, los individuos disfóricos parecen aplicar un principio (llamado el principio de la desestimación) por el que una causa potencial de un resultado no se tiene en cuenta cuando se consideran otras causas posibles. Los individuos disfóricos tenían menos probabilidades que sus amigos felices de inferir que tenían habilidades cuando habían invertido un gran esfuerzo. Por el contrario, consideraban que el esfuerzo era la causa de su éxito y terminaban con más dudas acerca de su capacidad.

Todos estos temas tienen algo en común: la autoobstaculización.

Causas de la autoobstaculización

Este fenómeno tiene un fuerte componente interpersonal. Las personas se autoobstaculizan más en público que en privado, sugiriendo que buscan proteger su imagen ante los demás. Alguien que tiene éxito, pero no lo atribuye a su capacidad, dudará de poder repetirlo, lo que genera inseguridad sobre su competencia.
Berglas y Jones (1978) resumieron esto con la frase: "es mejor fracasar por ser perezoso que por ser incapaz". En otras palabras, la gente prefiere que los demás piensen que se esfuerzan poco antes que los consideren incompetentes. La amenaza a la autoestima es tan fuerte que muchos prefieren parecer descuidados en lugar de admitir una falta de habilidad.

Hallazgos de las investigaciones

Nivel moderado de autoestima. Son las personas con niveles moderados de autoestima las que tienen más probabilidades de autoobstaculizarse (Tice, 1991). Estos individuos pueden tener la mayor incertidumbre acerca de su competencia y, por tanto, dudan de sí mismas. Tanto los hombres como las mujeres describen los obstáculos en sus vidas (por ejemplo, mal humor, muy poco tiempo para prepararse, etc.) pero sobre todo son los hombres los que se implican en conductas de autoobstaculización (no esforzarse, dejarlo para después, abuso de drogas).

Ensalzar a los otros. Una variación de la estrategia de autoobstaculización consiste en ensalzar a los demás. En una serie de estudios, encontramos que los participantes proporcionaban al competidor una ventaja que incrementara su desempeño (por ejemplo, algún tipo de música que facilitara la ejecución en vez de música neutra o música que interfiriera con el desempeño).

Entonces, si el participante es superado por su competidor, existe cierta ambigüedad sobre la causa del fracaso. Una ventaja de esta estrategia es que el individuo no hace nada para interferir con su propio desempeño (que puede ser óptimo), pero puede preservar cierta incertidumbre sobre la base de un desempeño relativamente pobre, si llega a suceder. Además, proporcionar ventajas a un competidor puede parecer altruista.

Rendir más de lo esperado

Otro patrón de comportamiento es el de los "supercompetentes", quienes intentan rendir por encima de lo esperado para compensar sus dudas. A diferencia de los autoobstaculizadores, que minimizan su esfuerzo, los supercompetentes se esfuerzan en exceso para evitar el fracaso. Sin embargo, ambos comparten la motivación subyacente de la inseguridad.

Los supercompetentes muestran patrones diferentes de cognición, afecto y conducta que los autoobstaculizadores: no disfrutan de su trabajo duro, tienden a sentirse aliviados (no alegres) cuando alcanzan el éxito, tienden a evitar tareas si pueden (pero trabajan duro si la tarea es inevitable), experimentan poderosas emociones negativas si fracasan y a menudo describen sus acciones como motivadas externamente, más que internamente. En términos de conducta, los supercompetentes estudian más que sus compañeros y sus notas son algo más altas que las de los demás en la universidad.

Origen de la falta de confianza en uno mismo

Berglas y Jones (1978) especularon que algunas personas pueden crecer con una historia de reforzamiento caótica, que produce incertidumbre acerca de la propia valía. Algunos padres pueden enviar enérgicos mensajes acerca de cómo juzgar la propia valía. Consideremos las implicaciones de dos mensajes relacionados con la propia valía ("lo que cuenta es la capacidad" frente a "lo que importa es lo que hagas") que los padres y otras figuras significativas pueden emitir. Cuando la propia valía está asociada a alcanzar dichos estándares, puede surgir una autoestima incierta y sentimientos de dudas sobre uno mismo si los estándares son inciertos o la perspectiva de alcanzarlos no está clara (Crocker y Wolfe, 2001).

Las dudas sobre uno mismo pueden impulsar a las personas que buscan sentido a sus vidas a tratar de sostener su autoestima. Un ejemplo es el materialismo, en el que las personas ponen un gran énfasis en algún objeto de valor, adquisición o reconocimiento. Las dudas en uno mismo constituyen un predictor de la orientación materialista y el hecho de provocar sentimientos adicionales de dudas sobre uno mismo incrementa las tendencias materialistas entre las personas que dudan de sí mismas. Es decir, las personas inseguras tienden a asociar su autoestima con la adquisición de bienes, lo que puede generar una satisfacción efímera pero no una solución real a su inseguridad.

Conclusión

Las dudas acerca de uno mismo son una poderosa fuerza motivadora. Producen una variedad de estrategias protectoras para tratar con dicha incertidumbre; estrategias inspiradas por el miedo y la ansiedad, conservadoras y orientadas hacia la seguridad. Por desgracia, estas estrategias para afrontar las dudas sobre uno mismo tienden a mantenerlas, más que reducirlas.

Es fácil que las personas entren en una espiral en las que las dudas pueden convertirse en una fuerza impulsora, dando lugar a estrategias de autoobstaculización, rendimiento exagerado, materialismo, etc. Comprender cómo surgen y cómo influyen en la conducta puede ayudarnos a romper este ciclo y fomentar un autoconcepto más saludable.

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