Autora: Ana Muñoz

Perder la esperanza es como sentarse en mitad del camino que es tu vida y no hacer nada más porque piensas que no tiene sentido seguir avanzando, que hagas lo que hagas nada cambia, no consigues nada, no tienes poder, te sientes como una marioneta de un destino absurdo y te preguntas: ¿para qué?

Cuando pierdes la esperanza dejas de ver una luz al final de túnel, no crees que las cosas vayan a mejorar en el futuro y la vida parece demasiado dura y absurda para seguir en ella.

La soledad

La pérdida de esperanza suele estar también asociada a una gran sensación de soledad. Es como si si llevaras una carga que te resulta demasiado pesada y no hubiera nadie con quien compartirla.

Por este motivo, la pérdida de esperanza, cuando es extrema, puede estar acompañada de deseos de suicidio. Por eso existe ese refrán que dice “la esperanza es lo último que se pierde”, ya que cuando pierdes la esperanza ya no te queda nada.

¿Qué puedes hacer para recuperar la esperanza?

¿Cómo podemos seguir luchando cuando creemos que no hay nada por lo que luchar? ¿Cómo salimos de un estado como este si parece que ya hemos tocado fondo?

1. Haz un paréntesis

Tu falta de esperanza puede indicar que el camino que sigues en tu vida (o alguno de sus aspectos) no es el adecuado, de manera que lo primero que debes hacer es detenerte.

Tómate unas vacaciones si puedes, relájate, cuida de ti y de tu cuerpo, da largos paseos por el campo. Es decir, haz un alto en tu vida, un paréntesis, aléjate de todo y de todos con frecuencia y haz cosas sencillas que te hagan sentir bien.

Por ahora, no pienses. Pon todas tus preocupaciones entre paréntesis y ya te ocuparás de ellas más tarde. Por el momento, necesitas desconectar.

Deja de ver la tele o distraerte con el ordenador y haz actividades que te ayuden a conectar más contigo mismo/a, con tu mente y tu cuerpo: caminar, meditar, leer y pensar luego en lo que has leído, hacer deporte (alguno que te guste), ir a la playa, tomar el sol, hacer jardinería o algún trabajo manual, etc.

Si te estabas acostando tarde, vete a la cama más temprano y no te pongas el despertador por la mañana (si es posible) para recuperar el sueño perdido. Pasa tiempo a solas, habla menos con los demás y más contigo mismo/a y cuando pases tiempo con otras personas, que sea para compartir y divertirte.

2. Busca la causa

Tras esta primera etapa de pausa y recarga de energía, tal vez veas las cosas de otra manera y dispongas de energía renovada para afrontar tu vida y buscar soluciones. Seguramente tendrás más ánimos y, aunque aún te sientas un poco perdido/a y no sepas qué rumbo tomar, posiblemente hayas recuperado un poco de esperanza y pienses que tal vez sí puedas hacer algo.

Por tanto, ha llegado el momento de analizar tu vida para ver dónde está realmente el problema: por ejemplo:

  • Te has centrado tanto en alcanzar un objetivo laboral, que te has olvidado de todo lo demás.
  • Llevas mucho tiempo luchando por una relación de pareja que va de mal en peor.
  • Odias tu trabajo y necesitas cambiarlo.
  • Te has propuesto un objetivo equivocado y estás luchando por un imposible.
  • Estás siendo demasiado impaciente por lograr algo que requiere su tiempo...

Pueden ser muchas cosas y solo tú puedes descubrir de qué se trata. Por tanto, tu primer objetivo debe ser descubrirlo y exponerlo con claridad.

Hablar con familiares o amigos puede ayudarte a descubrir la verdadera causa de esa desesperanza. Pregúntales qué piensan de ti, de lo que haces en tu vida. También puedes preguntarte: ¿qué pensaría de mi alguien que me observara desde fuera? Así podrás analizar las cosas desde otra perspectiva.

3. No temas hacer cambios, aunque sean radicales

Una vez que sepas por qué te sientes así, es posible que te des cuenta de que necesitas hacer cambios en tu vida y es posible que los cambios deban ser importantes e incluso radicales, como romper una relación, cambiar de trabajo, irte a otro país... También puedes necesitar cambios menos radicales, como hacer un curso o estudiar algo nuevo.

Tal vez lo que necesites es cambiar tus objetivos, renunciar a algo, soltar ese lastre que has arrastrado tanto tiempo… Sea lo que sea, algo debe cambiar y a ti te corresponde descubrir qué es. Una vez que lo sepas, traza un plan de acción y síguelo.

La importancia de encontrar un propósito

Uno de los motivos más comunes de la pérdida de esperanza es la sensación de estar viviendo sin un propósito claro. Cuando no sabes hacia dónde vas, cada día puede parecer una repetición sin sentido del anterior. La vida se vuelve una rutina monótona y el esfuerzo deja de tener sentido porque no ves un motivo para seguir adelante. Tener un propósito actúa como un faro en nuestra vida, una luz en la distancia que nos guía incluso en los momentos más oscuros. Nos da razones para levantarnos cada mañana y afrontar los desafíos con una mentalidad más resiliente. No significa que todo será fácil, pero sí que tendrá un sentido.

¿Cómo descubrir o redescubrir tu propósito?

Si piensas que no tienes un propósito claro, no te preocupes. A veces, el propósito no es algo que simplemente aparece, sino algo que se construye con el tiempo. Los siguientes ejercicios pueden ayudarte:

1. Reflexiona sobre lo que te apasiona. Pregúntate:

  • ¿Qué actividades disfruto hacer incluso sin recibir nada a cambio?
  • ¿Qué cosas me hacen sentir útil o realizado/a?
  • ¿Sobre qué temas me gusta aprender y hablar?
  • A veces, el propósito está oculto en las pequeñas cosas que siempre nos han apasionado pero que no hemos tomado en serio.

2. Identifica tus valores fundamentales

Nuestros valores son las cosas que consideramos más importantes en la vida. Pueden ser la familia, la creatividad, la justicia, la educación, la libertad… Si haces que tu vida esté de acuerdo con tus valores, encontrarás mayor satisfacción y sentido.

Haz una lista de los cinco valores más importantes para ti y reflexiona sobre si tu vida actual está en consonancia con ellos. Si no es así, tal vez ahí esté la raíz de tu falta de motivación.

3. Recuerda momentos en los que te sentiste más vivo/a

Piensa en situaciones del pasado en las que sentiste felicidad, inspiración o rebosante de energía. ¿Qué estabas haciendo? ¿Con quién estabas? ¿Dónde estabas? Estas pistas pueden ayudarte a descubrir qué aspectos de la vida la llenan de sentido.

4. Prueba cosas nuevas

Si piensas que no tienes un propósito claro, en lugar de esperar a que llegue una respuesta mágica, sal y experimenta. Haz un curso, explora una nueva afición, conoce gente nueva, viaja… A veces, el propósito se encuentra en el camino, no antes de empezar a caminar.

5. Ayuda a los demás

A menudo, encontramos propósito al ayudar a otros. El simple hecho de apoyar a alguien, contribuir a una causa o hacer algo que impacte positivamente en otras personas puede darle más sentido a nuestra propia vida.

Redescubrir el propósito no es algo que ocurra de la noche a la mañana, pero cada paso que des para reconectar contigo mismo/a te ayudará a ver las cosas con más claridad. Recuerda que tu propósito no tiene que ser algo grandioso o definitivo; puede ser tan simple como encontrar alegría en lo que haces cada día y aportar algo positivo al mundo a tu manera.

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