Autora: Ana Muñoz
Si padeces una adicción es muy probable que ya hayas intentado dejarla en alguna ocasión. Algunas personas tratan de reducir la cantidad de sustancia que usan o utilizarla solo los fines de semana o algunos días a la semana o han pasado a una sustancia diferente (por ejemplo, dejan las bebidas más fuertes y toman solo cerveza o vino).
Puede incluso que hayas estado ciertos periodos de tiempo, a veces largos, sin usar ninguna sustancia hasta que empiezas a consumirla de nuevo.
También es muy posible que ya estés experimentando alguna consecuencia negativa del uso de drogas, como problemas en tu trabajo y relaciones.
El momento de decir basta
La mayoría de los adictos no deciden que van a dejarlo simplemente porque sí. Por lo general, les ha sucedido algo que les ha hecho “tocar fondo” y los ha empujado a decir “basta”. Pero ¿qué necesita una persona para llegar a decir basta? A veces se trata de consecuencias realmente negativas, como tener problemas con la ley, quedarse sin trabajo o perder a la persona amada. En otras ocasiones, aún sin haber experimentado consecuencias realmente destructivas, se produce un proceso en el que te das cuenta de que te sientes enfermo y cansado todo el día, que no eres las persona que desearías ser, las drogas ya apenas te alivian el malestar, ya no te sientes tan bien como antes cuando usas dicha sustancia ni ninguna otra y, sobre todo, estás totalmente harto de sentirte mal todo el tiempo, de los problemas que la adicción conlleva, de que tu vida gire en torno a la consecución de una sustancia, de aguantar el síndrome de abstinencia...
El cambio en el modo de pensar
Empiezas a pensar que las cosas podrían ser diferentes, que podrías estar libre de drogas y sentirte bien, tener una vida normal, un trabajo, una relación de pareja satisfactoria.
Empiezas a observarte, a pensar y analizar y te das cuenta de cosas de las que antes no eras consciente. Por ejemplo, tal vez te das cuenta de que has usado las drogas como un modo de “medicarte” para soportar la ansiedad, depresión o malestar que sentías y que, aunque al principio parecía ayudarte, ahora te hace sentir aún peor y empieza a carecer de sentido. Eres consciente de que no funciona.
Esto no necesariamente te hace dejar las drogas. Al principio, empiezas a darte cuenta de que necesitas dejarlo, pero al mismo tiempo sigues deseando esa sustancia tanto como antes. Entonces comienzas a buscar justificaciones. Cuando se buscan justificaciones, siempre se encuentran. Por ejemplo, la propia familia puede aportar la justificación que necesitas, porque, en su intento de ayudar, presiona al adicto, se crean discusiones y el adicto utiliza esas discusiones y el estrés que le generan como excusa para seguir con su adicción.
Si eres consciente de que estás buscando excusas y justificaciones te será más fácil comenzar con el proceso de recuperación. Como decía antes, el proceso comienza con ese darse cuenta de lo que está pasando que hace que, poco a poco, vayas dejando de engañarte.
Por eso, a menudo es una buena idea entrar en un centro de desintoxicación donde poder estar alejado de la familia, el trabajo y de todo aquello que pueda generarte malestar o estrés y puedas usar como excusa.
Plantar cara al intruso
La adicción te ha llevado también a desarrollar una marcada tendencia a no escuchar a los demás, a resistir cualquier intento de hacerte cambiar y a enfadarte cada vez que alguien te dice algo, aunque sea para ayudarte. Ahora necesitas volver a aprender a escuchar.
Imagina la adicción como una especie de intruso en tu mente que quiere que seas adicto para siempre. Este intruso hace todo lo posible por mantenerte sordo a cualquier intento de alejarte de las drogas o alcohol y te hace reaccionar incluso con ira cuando alguien interfiere. El intruso tiene tu mente totalmente dominada y quiere que solo pienses en consumir y no te importe nada ni nade más. El intruso no quiere que pienses, no quiere que te hagas preguntas ni te plantees tu vida, solo quiere que bebas o te drogues. Pero cuando empiezas a hartarte, a pensar, a ser más consciente de todo, el intruso ya no tiene tanto poder sobre ti. Entonces ya no rechazas con tanta fuerza los intentos de ayuda de los demás, ya no niegas con tanta fuerza que tu adicción te está destruyendo, ya no crees que nada importe porque ves que hay cosas y personas que sí te importan… Es decir, empiezas a tomar el control.
La interferencia de la familia
La recuperación de la adicción está muy relacionada con la disposición que tengas a hacerte responsable de tus acciones, tus elecciones y tu vida en general. Debes hacerte totalmente responsable y esto, a veces, implica hacer cambios que pueden no gustar a tu pareja.
Tu pareja puede no ser del todo consciente de lo difícil que puede ser dejar una adicción. Podría, por ejemplo, decirte que no necesitas ir a ningún centro o programa de tratamiento porque quiere tenerte a su lado y que tú puedes dejarlo sin ayuda. Pero al hacer esto te empuja, sin darse cuenta, a seguir siendo un adicto. Hacerte responsable de tus actos implica también hacer lo que tienes que hacer para recuperarte, incluso aunque eso implique hacer cambios que puedan no gustar a tu pareja, como dejar de ir con cierto grupo de personas con la que ambos os divertís o asistir cada tarde, al salir del trabajo, a algún programa de tratamiento en vez de pasar el rato con tu pareja.
A veces, la familia facilita que sigas siendo adicto porque paga tus deudas, te ayuda económicamente, te saca de líos, etc., de modo que no experimentas las consecuencias verdaderamente negativas de la adicción y no llegas a tocar fondo. Esto es algo que también debes pensar, porque si hay una persona así en tu vida necesitas alejarte de ella. Un centro de desintoxicación puede ser la mejor opción en estos casos.
Cuando ya eres plenamente consciente de que eres un adicto y que solo tú eres responsable tanto de tus actos como de hacer lo necesario para dejar tu adicción, ya estás en el camino de la recuperación.
La esperanza
Muchos adictos no intentan dejarlo porque están convencidos de que fracasarán, al igual que han fracasado en otros aspectos de sus vidas. Después de haber experimentado tantas consecuencias negativas, como rupturas de pareja, problemas legales, pérdidas de trabajos, etc., resulta difícil creer que la recuperación es posible. No obstante, ten en cuenta que las personas que se han recuperado han vivido más o menos lo mismo que tú e incluso han sentido la misma falta de esperanza al principio y aún así han cambiado y ha rehecho sus vidas.
No hay ningún motivo para pensar que tú no puedas hacerlo. Los fracasos del pasado no evitan los triunfos del futuro. Lo más importante es ser plenamente consciente de las consecuencias negativas de la adicción, de que ser adicto no te aporta ya nada bueno (como tal vez hizo en el pasado al aliviarte el dolor emocional) y que verdaderamente necesitas dejarlo.
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