Autora: Ana Muñoz

El optimismo es una actitud mental y emocional que lleva a ver y esperar lo mejor en cualquier situación, incluso en circunstancias difíciles. Es la tendencia a creer que los problemas tienen solución, que los desafíos pueden superarse y que el futuro traerá cosas buenas.

El optimismo no significa ignorar la realidad o negar los problemas, sino afrontarlos con una mentalidad positiva y con confianza en que las cosas pueden mejorar. También está relacionado con el bienestar emocional, ya que las personas optimistas suelen experimentar menos estrés y ansiedad.

Cómo son las personas optimistas

Las personas optimistas se enfrentan directamente a los problemas en vez de huir de ellos, idean un plan de acción, buscan ayuda o consejos de otros y se centran en las soluciones. Es decir, el optimismo guarda relación con la motivación y la persistencia. Y los optimistas están más motivados y persisten más porque esperan un resultado positivo e incluso cuando no lo consiguen son capaces de aprender y crecer a partir de la experiencia negativa.

Los optimistas se centran en lo que pueden controlar y no pierden el tiempo pensando que aquello que no pueden controlar debería ser diferente. Viven en el presente y miran hacia el futuro, dejando el pasado en su lugar sin perder el tiempo con lamentaciones sobre lo que deberían haber hecho o los errores cometidos que ya no tienen solución.

Las personas optimistas no se ven a sí mismas como indefensas, sino que se consideran capaces de actuar y producir cambios. Y esto repercute de manera positiva en la salud física y mental. Si sabes mirar el lado positivo de la vida, no solo serás más feliz, sino que, además, estarás más sano/a, vivirás más experiencias positivas y tendrás menos estrés.

Los beneficios del optimismo

Mayores logros. Las personas optimistas funcionan mejor que las pesimistas, obteniendo mayores logros. Cuando se convence a una persona de que ha hecho algo peor de lo que en realidad lo ha hecho, tiene un resultado más pobre cuando vuelve a intentarlo, según muestran las investigaciones. Algunas empresas en Estados Unidos buscan contratar personas optimistas y parece que funciona.

Mejor salud. En un estudio hecho con universitarios, aquellos que eran optimistas a la edad de 25 años, gozaban de mejor salud a edades entre 45 y 60. Otros estudios han asociado el pesimismo con mayores tasas de enfermedades infecciosas, mortalidad más precoz y mala salud.

Persistencia. Los optimistas son más persistentes, no se rinden con tanta facilidad como los pesimistas y, por este motivo, tienen más probabilidades de tener éxito

Mejor salud emocional. Las personas más optimistas son más capaces de salir adelante en los reveses de la vida, sin deprimirse.

Menor nivel de estrés. Los optimistas experimentan menos estrés que los pesimistas. Creen en sí mismos y en sus capacidades y esperan que les sucedan cosas buenas. Ven los eventos negativos como algo que pueden superar y ven los sucesos positivos como prueba de que van a venir más cosas buenas. Al creer en sí mismos, son capaces de asumir más riesgos, trayendo más sucesos positivos a sus vidas.

Mayor longevidad. Los optimistas viven más tiempo y sus enfermedades tienen mejor pronóstico.

Cómo ser más optimista

El optimismo es una manera de pensar que todo el mundo puede utilizar voluntariamente si así lo desea. Para utilizar un pensamiento optimista, ten en cuenta los siguientes puntos:

1. Ten presente que ser optimista no significa negar la realidad. Por tanto, es importante que el pensamiento no solo sea optimista, sino también realista. Por ejemplo, supongamos que es de noche y tu hijo/a o pareja se retrasa mucho, sabes que está conduciendo y hace muy mal tiempo. Tu pensamiento puede ser el siguiente:

  • Pensamiento pesimista: "seguro que ha tenido un accidente".
  • Pensamiento optimista irreal: "estará bien, a el/ella no le puede pasar nunca nada malo".
  • Pensamiento optimista realista. "no tiene por qué haber sucedido lo peor, puede que esté en un atasco o que haya parado hasta que amaine la lluvia. Esperaré a ver qué pasa".

2. No te centres solo en los resultados negativos. Analiza todas las posibilidades, tanto las positivas como las negativas y piensa que no tiene porque haber sucedido algo malo cuando también hay alternativas positivas (a veces incluso más numerosas, lo cual hace más probable un resultado positivo).

3. Confía en tu capacidad para resolver problemas y superar retos. Si, ante un problema, tu primer pensamiento es: "no podré solucionarlo, no soy capaz", entonces puede que ni siquiera lo intentes. Por el contrario, prueba a generar ideas y posibles soluciones. Si no se te ocurre nada, espera un día o dos y vuelve a intentarlo. Probablemente encuentres una solución, y si no es así, al menos lo habrás intentado en vez de rendirte de antemano.

4. Tras un suceso negativo pregúntate: ¿"Qué puedo aprender de todo esto? ¿Qué puedo sacar de positivo?" Los sucesos negativos pueden enseñarnos cosas positivas. Aprende de ellos tratando de centrarte en las lecciones positivas. Por ejemplo, en vez de decir: "Esto me ha enseñado que no puedo confiar en nadie", trata de decir: "Esto me ha enseñado que tengo que aprender a no entregar mi confianza tan pronto a una personas, sino esperar a conocerla mejor".

5. Ten presente que los problemas o situaciones desagradables no son permanentes. No los veas como algo que va a durar para siempre. Recuerda el refrán que dice: "después de la tempestad siempre llega la calma".

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