Autora: Ana Muñoz

El trastorno explosivo intermitente (TEI) se encuentra dentro de la categoría de los trastornos del control de los impulsos. Se caracteriza por el fracaso a la hora de resistir los impulsos agresivos, dando como resultado asaltos graves o destrucción seria de propiedades. Ejemplos de este comportamiento incluyen amenazar o herir a otra persona o romper o dañar intencionadamente un objeto del valor.

¿En qué consiste el trastorno explosivo intermitente?

El grado de agresividad expresado durante un episodio está fuera de proporción respecto a cualquier provocación o estrés situacional. El individuo puede describir los episodios como "ataques" en los que la conducta explosiva está precedida por una sensación de tensión o activación y seguido inmediatamente por una sensación de alivio. A menudo, tras el estallido aparece un arrepentimiento sincero. Más tarde, el individuo puede sentir también remordimiento o vergüenza por su comportamiento.

La mayoría de estas personas son hombres jóvenes y sus historias muestran a menudo accidentes de tráfico frecuentes, infracciones y posiblemente impulsividad sexual. Pueden exhibir una sensibilidad extrema al alcohol.

Este trastorno está rodeado de cierta polémica porque algunos autores creen que es solamente un síntoma de otro trastorno más que un desorden en sí mismo.

Los episodios agresivos

Las personas con un trastorno explosivo intermitente describen a veces impulsos agresivos intensos antes de sus actos agresivos y no son capaces de resistirse a dichos impulsos, cediendo ante ellos. Los episodios explosivos pueden estar asociados a síntomas afectivos como irritabilidad o rabia, energía creciente y pensamientos que aparecen con gran rapidez, durante los impulsos y los actos agresivos, así como una rápida aparición de un estado de ánimo deprimido y fatiga después de los actos agresivos.

Algunos individuos describen también que sus episodios agresivos van precedidos o acompañados a menudo por síntomas tales como hormigueos, temblores, palpitaciones, opresión en el pecho, presión en la cabeza, o escuchar un eco. Este desorden puede dar lugar a la pérdida del trabajo, a la suspensión en la escuela, al divorcio, a dificultades en las relaciones interpersonales, a accidentes (por ejemplo, de tráfico), a hospitalización debido a lesiones por peleas o accidentes, a problemas financieros, a encarcelamientos o a otros problemas legales.

Los episodios agresivos no están explicados por ningún otro trastorno psicológico (como el trastorno antisocial de la personalidad, trastorno límite de la personalidad, un trastorno psicótico, un episodio maníaco, un trastorno de la conducta o un trastorno de déficit de atención con hiperactividad) y no son debidos a los efectos fisiológicos directos de alguna sustancia (como una medicación o abuso de drogas) o una enfermedad médica (como un traumatismo craneal o la enfermedad de Alzheimer).

¿Cuáles son las causas?

La mayoría de casos ocurren cuando el individuo está entre la última adolescencia y el final de la veintena. El trastorno explosivo intermitente se considera un trastorno complejo, donde diversos factores interactúan de manera diferente en cada individuo. 

1. Desequilibrios químicos en el cerebro. Este trastorno se ha relacionado con desequilibrios en neurotransmisores como la serotonina, que desempeña un papel clave en la regulación del estado de ánimo y el control de la agresividad. La disfunción de áreas cerebrales relacionadas con el control de los impulsos, como la corteza prefrontal, también puede estar involucrada.

2. Modelado de comportamientos agresivos. La exposición a modelos de conducta agresiva o violenta durante la infancia o adolescencia puede influir en el desarrollo del TEI. Esto puede incluir haber sido testigo de abuso físico o emocional o haber sido víctima de violencia.

3. Estrés y baja tolerancia a la frustración. Las personas con TEI suelen tener dificultades para manejar situaciones de estrés, frustración o conflicto, lo que puede desencadenar arrebatos impulsivos de ira. Las situaciones que perciben como desafiantes o amenazantes pueden activar episodios de agresividad.

4. Ambiente familiar. Crecer en un entorno familiar disfuncional o abusivo puede aumentar el riesgo de desarrollar el trastorno. Las personas que crecen en familias con altos niveles de conflicto o abuso pueden tener dificultades para aprender habilidades saludables de regulación emocional.

5. Sucesos traumáticos. Experiencias traumáticas en la infancia o adolescencia, como abuso, negligencia o pérdidas significativas, pueden contribuir a la aparición del trastorno.

Aunque la prevalencia del trastorno explosivo intermitente es desconocida y se considerado raro, es probablemente más común de lo observado y puede ser una causa importante de comportamiento violento.

Tratamiento

Es importante que estas personas reconozcan que pierden el control y que necesitan ayuda para aprender a controlar sus impulsos. Una terapia psicológica cognitivo conductual puede ayudarles a lograr el control de sus impulsos y a transformar esa intensa ira en emociones más controlables y adecuadas. También se ha utilizado terapia farmacológica. Se aconseja a estas personas no utilizar alcohol ni drogas, pues pueden hacer que pierdan el control con más facilidad.

1. Terapia cognitivo conductual (TCC). Es uno de los enfoques más efectivos para tratar el TEI. La TCC ayuda a los pacientes a identificar y cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento que contribuyen a los arrebatos de ira. Se centra en enseñar habilidades de manejo de la ira, técnicas de relajación y estrategias para lidiar con el estrés y la frustración.

2. Terapia de control de impulsos. Esta terapia se centra en ayudar a las personas a desarrollar la capacidad de controlar sus impulsos agresivos, aprendiendo a reconocer las señales tempranas de ira y a gestionarlas antes de que se conviertan en arrebatos explosivos.

3. Terapia familiar. Si el entorno familiar contribuye al trastorno, involucrar a la familia en el tratamiento puede ser útil. Esto ayuda a mejorar la dinámica familiar, promover la comunicación efectiva y proporcionar apoyo emocional al paciente.

3. Educación y entrenamiento en habilidades sociales. Los pacientes con trastorno del control de los impulsos a menudo tienen dificultades para manejar las interacciones sociales, lo que puede contribuir a la frustración y la ira. El entrenamiento en habilidades sociales puede ayudar a mejorar la capacidad de establecer relaciones saludables, comunicar necesidades y manejar los conflictos de manera constructiva.

4. Manejo del estrés y técnicas de relajación. El entrenamiento en técnicas de relajación, como la meditación, la respiración profunda o el mindfulness, puede ser útil para reducir la tensión y la ansiedad, lo que a su vez ayuda a prevenir los episodios de ira. La práctica regular de ejercicio físico también puede ser beneficiosa para reducir el estrés y mejorar el bienestar emocional.

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